Shortbread de queso feta, una receta.
Aunque la primavera parezca haberse escapado bien lejos.
Al principio, la primavera se llamó primo vere, porque era la estación que antecedía al verano. Más tarde fue prima vera, de donde proviene el nombre tal cual lo conocemos ahora. Desde tiempos inmemoriales, la primavera suele ser de gran inspiración para los poetas: porque se trata de florecer, de renacer, de renovación, se la relaciona estrechamente con la juventud, el momento en el que —se supone— estamos (o debo decir: “¿estamos?”) en “la flor de la edad”.
En las Geórgicas, su poema en forma de manual agrícola, Virgilio dice:
En la primavera se infla la Tierra
y con ardor implora el germen, la semilla creadora,
y el padre entonces,
el etéreo Júpiter,
baja en lluvia fecunda
y el vasto seno de su esposa inunda.
(Fragmento de “¿Dónde estará mi primavera? Sobre Leo Mattioli”, Irene para el cuaderno de Afuera, 2021)
En Uruguay, además de renacer muy lentamente el verde de los árboles y llover pelusa, comienzan a parir las ovejas, momento en el que se consigue la leche para realizar queso feta. El feta es un queso fresco, mitad oveja, mitad vaca, un poco ácido y ligeramente salado de origen griego, que se produce en nuestras tierras. De textura “desgranable”, como una ricotta pero más firme, es un queso ideal para ensaladas, pizzas o, por qué no, unas masitas todo terreno para comer con el café, a la mañana, o junto a la ensalada de alcauciles del libro Tierra que dejamos el jueves pasado. Si aún no conseguís queso feta en De Guarda, usa otro queso, de cualquier tipo. Y si querés esperar, guarda esta receta.
200 g manteca blanda
65 g azúcar impalpable
1½ cta. sal
250 g harina 0000
70 g harina de centeno
120 g queso feta
Tomillo fresco
Ralladura 1 limón
Aceite de oliva para pincelar
Sal marina (opcional)
En un bol, cernir las harinas, la sal, la ralladura y las hierbas picadas. En otro bol desmenuzar el queso feta. Reservar. En el bol de la batidora, realizar una crémage con la manteca y el azúcar. Incorporar el queso y por último los secos. Amasar entre separadores hasta lograr un grosor de 5 mm. Llevar a la heladera o al frízer para cocinar en cualquier momento. Cortar cuadrados de 3 por 3 cm, o darles otra forma con algún cortante. Pincelar con aceite de oliva y espolvorearlos con las escamas de sal. Hornear hasta que estén dorados, por 8 a 10 minutos, en horno a 170 °C.