Una puerta se abre
Por Marcela Baruch
Hace poco tiempo una mujer de la gastronomía latinoamericana me dijo: “para mí, la nuestra no fue una charla más. Fue un momento de inflexión”. El comentario llegó después de una larga conversación sobre el rol que ocupaba en su restaurante.
Una mujer más cambió la mirada sobre sí misma. Se vio, se leyó, se valoró. Ocupó el lugar que, sin darse cuenta, dejaba disponible en la comunicación de su restaurante.
Claro, este no es siempre el caso. La igualdad de género es una utopía en casi todos los rubros laborales que existen hasta hoy. Esta mujer de la que hablo, a la que llamaremos “Laura”, había decidido quedarse a la sombra del hombre. El punto es que, a veces, la manera en la que fuimos criadas, sobre todo las mujeres, nos impide la autovaloración.
En marzo, en Nueva York, se realizó la 10ma edición del Parabere Forum, el único encuentro de la gastronomía en torno a la igualdad de género. En 2025 el foro cumplió su primera década, y para evolucionar en su aporte a la causa, su presidenta y creadora, la periodista franco-española María Canabal (autora, Casato Prima Donna 2024, Gastronomy Most Influential Woman 2015 por la Foundation Woman’s Week) anunció que comenzarán a gestar un programa de mentorías para que las mujeres -como Laura- logren abrirse camino y comprender su valor en la industria gastronómica.

Comienzos
Por Irene Delponte
Escribo esto la tarde de un domingo. Es casi de noche y son, más o menos, las seis de la tarde. Hace frío y acá, al sur de América Latina, nos esperan días aún más cortos y más fríos. El domingo es el último día en el cómputo semanal -certificado por una norma estándar ISO 8601 desde 2004, para quienes no creían-, pero es el primero de los días en la liturgia cristiana. Hoy no es un domingo cualquiera, es domingo de Pascuas, el final de la uruguayísima “Semana de turismo”, la llegada del “último ciclista*”. En definitiva, lo que en Uruguay se conoce como el comienzo del año. Ya no quedan excusas, el lunes —es decir, mañana, pero será el lunes pasado cuando usted lea esto— será el lunes definitivo, la matriz de los comienzos a la uruguaya. Ya no habrá quincena de enero, ni fines de semana calurosos, ni el carnaval más largo del mundo, ni una semana entera para vacacionar en Pascuas.
Por delante, la recta que nos lleva directamente a nuestra propia resurrección, el equinoccio de primavera, y de ahí a fin de año —período que en nuestro país ocupa los tres últimos meses del año—. Dicen que “todo tiene un final”, pero antes tiene que haber un principio. Acá estamos, comenzando el año, por fin.
Hay mucho de ritual en los comienzos. Se elonga, se respira profundamente, se prepara al cuerpo y la mente literal y metafóricamente. Todas mis mañanas son exactamente iguales: me siento en la cama y piso primero con el pie derecho, después con el izquierdo. Preparo el desayuno y viandas de mis hijos. Los levanto. Los despido. Me queda una hora solo para mí. Prendo un incienso. Me tomo dos cafés, medio litro de agua y medio de kombucha. Riego –y saludo, para qué mentir– a las plantas. Me siento en la computadora y escribo. Una hora es un lujo, para mí, pienso, y continúo con este texto.
Con el comienzo de año ocurre algo similar que con mis mañanas. Me despido del año que se va cocinando unas buenas ensaladas, armo el chancho de la abundancia con limones, una moneda y clavos de olor, escribo en un cuaderno mis metas. Esto último, debo aclarar, no se trata de predicar soluciones mágicas, pero es cierto que, muchas veces, planificar metas sirve como motor para realizarlas. De hecho, las suelo realizar, a puro tesón. Aún recuerdo aquel año en el que mi única meta fue “vivir por la anécdota”. Sí, me quedaron anécdotas. No, no volvería a hacerlo. Que mi Dios bendiga los rituales, las rutinas, que ordenan al mundo y nos hacen creer que tenemos todo bajo control.
Este año lo empecé con Santé abierto y funcionando precioso. Como gastronómica-que-también-hace-otras-cosas, este año lo empecé delimitando el orden de prioridades y cortando con actividades que entorpecen lo verdaderamente importante. El tiempo es un bien –ni tan– intangible, en el sentido de que nos afecta, para bien o para mal, su ausencia. Para encontrar esos momentos de calidad: hacer ejercicio, visitar a una amiga, escribir, preparar una buena comida, leer, pasar tiempo con mis hijos, debo abandonar otros hábitos. Algo así como un mariekondeo de la vida social. Adiós, eventos por compromiso, adiós, presentaciones que no me interesan. Si hay algo que aún no se puede solucionar con dinero (y lo que no se soluciona con dinero sí es un problema, diría mi abuela) es el tiempo, y no planeo desperdiciar ni un segundo de mis largos días. Ratifiqué la importancia del orden, las rutinas contenedoras, los rituales que acomodan nuestra energía. Comenzar es hacer una mise en place, acomodar elementos para poder realizar aquello que puede salir más o menos bien. Acá vamos.
*Desde 1919, en Uruguay, a la Semana Santa se llama “Semana de turismo”, en ese año el estado se separó de la iglesia católica. Esta secularización trajo consigo una política estatal que pretendía fomentar el turismo interno. Por eso, si bien es una semana laborable, las instituciones escolares y públicas cierran, y mucha gente se toma licencia y viaja, ya no necesariamente dentro de Uruguay. Además, el viernes, cuando comienza la semana de turismo, se larga la “Vuelta del ciclista”, una carrera por etapas que recorre el país durante los días de la semana, y que termina el domingo de Pascuas. El dicho popular reza que el año comienza oficialmente cuando llega el último ciclista.
Muchas gracias por este Sus-Trato, porque has resuelto soltar lo que no es tan importante y especialmente por esa hora que te reservás a diario!
Un afectuoso saludo desde "la tacita de plata" uruguaya.