Historias que inspiran
El viaje de una nuez en Córdoba y la humanización como camino de ida
Cadenas humanas versus máquinas
Por Irene Delponte
“¿Tienen productos sin gluten?” y “¿Me mandan foto del menú?” deben ser las consultas más realizadas en los locales gastronómicos de Montevideo, según mi propio sondeo con colegas. Lo que sigue a estas preguntas, si no son respondidas casi al instante, es una llamada o un mensaje de texto insistente: “Mandé un mensaje hace media hora y no recibí respuesta”. Los pequeños y medianos comercios no tienen la figura de “community manager”, es decir, una suerte de especialista en comunicación que, además, se encarga de resolver online todo tipo de dudas, reservas e inconvenientes. Se supone (¿se supone?) que el rol del “CM” también implica la realización —o debería decir “generación”— de contenido: videos, reels, stories, fotos, y demás acciones que generen respuestas para hacer girar los engranajes de la red social de turno, hoy conocidos como “algoritmos”.
“Si no veo el menú, ¿cómo voy a saber si me gusta la propuesta?” Qué pregunta más compleja, pienso, pues no sé si hay una respuesta. Honestamente, no podría decirle a alguien que no conozco si una propuesta gastronómica le va a gustar o no. Tampoco logro entender cómo ver el menú ayudaría, porque creo que un menú, entendido como la lista de lo que se ofrece, junto a sus precios, puede no provocar una gran emoción. Pero estar en el salón, mientras un barista, mozo o coctelero te explica la carta y sus orígenes, sentir aromas y ver platos que pasan hacia a otras mesas, podría ser mucho más convincente (o, por el contrario). Entonces vuelvo, como Sísifo a la piedra, a preguntarme qué pasa entre los comensales y los gastronómicos hoy. Hay muchas formas de hacer negocios, y aparecieron más después de la pandemia. Muchos funcionan solo online, por lo que, lógicamente, el consumidor en potencia necesite ver la propuesta; otros son solo pick up o delivery, y otros son, simplemente, locales a la calle. El rubro gastronómico, en términos exclusivamente marketineros, se trata de convencer a la gente de que gaste su dinero en tu oferta, te elija entre otras, incluso que salga de su casa. Personalmente estoy empezando a creer que la híper-conexión que ofrece internet desdibuja los límites comerciales de cada propuesta. Hay gente que quiere que la atiendan online en negocios que son “a la calle” y, por lo tanto, no cuentan con personal para responder a todas sus demandas en tiempo y forma. Hay cada vez más locales, en Montevideo, Buenos Aires, New York y varias capitales gastronómicas que ya no usan redes sociales (la reciente tostaduria Monday es un ejemplo).
La pregunta (otra más, si) que me hago es: ¿seremos los gastronómicos quienes, al fin y al cabo, nos adaptemos a la demanda de atención cada vez más instantánea del público? ¿o lograremos resistir a los embates tecno-culturales y esperarlos, diría el Canario Luna, aguantando el mostrador?
El sentido de una nuez
Por Marcela Baruch
Hace años, la familia de Fidel Balcaza plantó en San Marcos Sierra, en Córdoba, una serie de nogales de distintas variedades, pero no fue hasta bien llegada su mediana edad que Fidel los valoró.
Detrás, Fidel dejó una vida intensa de cocinero en Buenos Aires y dos hijos. Delante, estaba la chacra familiar en medio de las sierras cordobesas, ubicada dentro de una comunidad colaborativa, de esas en las que el vecino es un invitado regular a la mesa de los domingos. Balcaza volvió a Córdoba para sanar. Allí, se reencontró con un amor de juventud, que también regresó después de recorrer el mundo; y, con el tiempo, también lo acompañaron sus hijos.



“Hay un momento en la vida en el nos encontramos frente al pasado, con lo aprendido de niños y la necesidad de resignificar nuestra vida” dijo Fidel. En su caso, el reencuentro fue con el amor por la tierra y sus gentes.
En San Marcos los vecinos riegan los campos cuando hay agua, caminan los campos, apagan incendios. Con quienes quieran acercarse además, cascanueces en la antigua planta de dulces del padre de Fidel, en una mesa, sentados en sillas y sillones, mate va - mate viene, maestras, profesores, publicistas y empresarios pasan la tarde.
Un día, Juani Gerardi —considerado una de las pocas mentes brillantes para el mundo del futuro, de los que creen que valorar la tierra y sus gentes son las respuestas frente a la apocalipsis del mundo— me llevó a conocerlos. Juani cree en las personas, cree en Fidel Balcarce, en su proyecto comunitario, en la red que genera de valor y amor por los alimentos que nutren sociedades, mentes y cuerpos.
Una tarde me senté a cascar nueces en el sillón de la fábrica con una profesora jubilada, tomé mate y aprendí cómo Fidel usa parte de las máquinas que heredó de su padre para hacer baños de chocolate, jaleas, mieles y demás exquisiteces. A través de un sistema de compras basado en la confianza del comprador, hoy los argentinos pueden recibir los productos de la Balcaza Familia en cajas mágicas que se comercializan directamente por teléfono, sin intermediarios. Las cajas pueden tener: queso de cabra, salsa de tomate, chutney, mermeladas, frutas en almíbar, nueces especiadas y bañadas, pastas de especias y más. Se reparten 100 cajas mensuales pagas y 30 de intercambio, es una manera distinta de comercializar.
Comunidad, confianza y compromiso sostienen una cadena humana que genera valor. En esta cadena eligió vivir Fidel por estos tiempos.
NDR. Este es el camino que los invito a emprender conmigo, sin prisa, pero con compromiso. Esto implica, en mi caso, estar dispuesta a moverme, a buscar, a preguntar, a incomodarme, a participar, a ir a buscar, a conversar y sostener. Prefiero pasar el día en charlas con Ricardo de Piero y Carla Ricci en su pescadería en el Faro de Punta Carretas en Montevideo, en la vereda con Marcelo Kurta cuando llega de Playa Verde con su pesca artesanal fresca, en el mercado de productores agroecológicos Ecomercado mientras tratamos de cambiar al mundo con Adrián Martorell; o en la feria vespertina de productores orgánicos de los miércoles en Maldonado y Salto. Lo elijo mil veces antes de dedicar 15 minutos de mi vida a encontrar todo lo que necesito en un solo lugar en el que no sé de dónde vino lo que pondré en mi boca, adormecida.
En tiempos en que las máquinas parece que ocuparan todos los puestos laborales conocidos hasta el momento, estoy convencida de que el encuentro con el otro es irremplazable. La conversación, la comunidad y el diálogo son imprescidibles para nuestro futuro como seres humanos.
Anímense, se los recomiendo.
Este Sus-Trato me dejó pensando... Gracias por éso!
Qué lindo despertar y leer estos relatos, bien escritos y sentidos! Me encantaron. Sigan!